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domingo, 13 de março de 2011

La obsesion segun el evangelio espirita


Encontraremos comentarios elucidativos de Allan Kardec, sobre la obsesión y sus variables, así como orientaciones sobre las técnicas desobsesivas eficientes, en los siguientes pasajes del Evangelio Según el Espiritismo: Capítulo X – ítem 6 – Reconciliarse con los adversarios (110ª ed/FEB-pág. 171)


02.03 – LA OBSESIÓN EN

“EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO”

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“(…) El Espíritu perverso espera que aquel a quien tiene oje-riza esté encadenado a un cuerpo y, por tanto, menos libre, para atormentarlo con más facilidad, atacándolo en sus intereses o en sus más caros afectos. Hay que ver en este hecho la causa de la mayoría de los casos de obsesión, en modo especial aquellos que presentan cierta gravedad, como los de subyugación y posesión. El obsedido y el poseso son, pues, casi siempre víctimas de una venganza anterior, a la que posiblemente han dado lugar con su conducta. Dios permite que tal cosa suceda para castigarlos por el mal que han cometido o, si no lo cometieron, por no haber tenido indulgencia y caridad y no haber perdonado. En consecuencia, importa, desde el punto de vista de nuestra tranquilidad futura, que reparemos lo antes posible las injusticias que hayamos hecho al prójimo, perdonando a nuestros enemigos, con el objeto de extin-guir antes de la muerte todo motivo de disensiones, toda causa fundada de animosidad posterior.” Capítulo XII – ítem 6 – Los enemigos desencarnados (110ª ed/FEB – pág. 201) “Así pues, podemos tener enemigos entre los encarnados y los desencarnados. Los del mundo invisible manifiestan malevo-lencia por medio de las obsesiones y subyugaciones, a las cuales tantas personas se hallan expuestas, y que son una variedad de-ntro de las diferentes pruebas de la vida. Ese tipo de pruebas, co-mo las otras, cooperan al adelanto del ser y han de aceptarse con resignación y como consecuencia de la naturaleza inferior del glo-bo terrestre.” Capítulo XXVIII – ítem 9 – Oración para los médiums (110ª ed/FEB – pág. 397)

“La experiencia ha demostrado que, en aquellos médiums que no aprovechan los consejos que reciben de los buenos Espíri-tus, las comunicaciones, tras haber tenido algún brillo durante cier-

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to tiempo, van poco a poco degenerando y concluyen por caer en el error, en la verborrea o la ridiculez, señal innegable de que los buenos Espíritus se han apartado de ellos. Obtener la asistencia de los buenos Espíritus, alejar a los frívolos y embusteros, tal debe ser el objeto de los esfuerzos cons-tantes de todo médium serio. De lo contrario, la mediumnidad se convierte en un don estéril, que incluso puede resultar perjudicial para el que lo posee, puesto que podrá degenerar en peligrosa obsesión.” Capítulo XXVIII – ítem 81 – Oración por los obsesos (110ª ed/FEB – pág. 431) “La obsesión es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre un encarnado. Presenta características muy diversas que van, desde la simple influencia moral – sin signos exteriores perceptibles – hasta la perturbación completa del organismo y de las facultades mentales. Perturba todas las facultades medianími-cas. En la mediumnidad psicográfica – por la escritura – se tradu-ce en la obstinación de un Espíritu por manifestarse, con exclusión de todos los demás. Los malos Espíritus pululan alrededor de la Tierra, como con-secuencia de la inferioridad moral de los habitantes de ésta. Su acción maligna forma parte de las plagas que en este mundo azo-tan al género humano. Así, pues, la obsesión – como las enferme-dades y todas las tribulaciones de la vida – debe ser tenida por una prueba o una expiación, y aceptada con carácter de tal.


Así como las dolencias son el resultado de las imperfeccio-nes físicas que hacen que el cuerpo sea susceptible a perniciosos influjos de fuera, la obsesión es siempre consecuencia de una im-perfección moral que ofrece asidero a un Espíritu malo. Ahora bien, a una causa física – como en el primer caso – se opone una fuerza también física. Pero a una causa moral – como en el se-gundo – debemos oponer una fuerza moral. Para prevenir las en-fermedades se vigoriza el organismo. Para preservar de la obse-

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sión es menester que fortalezcamos el alma. De ahí la necesidad en que está el obseso, u obsedido, de trabajar por su propio mejo-ramiento, lo que casi siempre basta para liberarlo del Espíritu ob-sesor, sin necesitar de la ayuda de otras personas. En cambio, ese socorro exterior se torna preciso cuando la obsesión degenera en subyugación o en posesión, porque en tales casos el paciente pierde, a veces, su voluntad y libre albedrío. La obsesión suele ser casi siempre el resultado de la ven-ganza ejercida por un Espíritu, y generalmente tiene su origen en las relaciones que el obsedido ha mantenido con dicho Espíritu en una existencia anterior. En los casos de obsesión grave se encuentra el obseso como envuelto e impregnado de un fluido pernicioso que neutraliza la acción de los fluidos saludables y los rechaza. De dicho fluido da-ñoso hay que liberarlo. Ahora bien, un mal fluido no podrá ser eli-minado por otro fluido igualmente malo. Mediante una acción muy similar a la del médium curativo en los casos de enfermedad, hay que expulsar el fluido perjudicial con ayuda de un fluido mejor que produzca, en cierta manera, el efecto de un reactivo. Esta es la acción mecánica, pero no resulta suficiente, porque es preciso también – y en forma especial – actuar sobre el ser inteligente, al cual hay que tener el derecho de hablar con autoridad, y tal autori-dad sólo emana de una superioridad moral: cuanto más grande sea la superioridad moral, tanto mayor será la autoridad. Y no es eso todo, pues para asegurar la liberación del obseso se necesita asimismo llevar al Espíritu perverso a renunciar a sus malos propósitos, moviéndolo a arrepentirse y a desear el bien, por medio de instrucciones hábilmente administradas, en evoca-ciones particulares que se hagan con miras a su educación moral. Entonces se podrá obtener la doble satisfacción de liberar a un encarnado y convertir a un Espíritu imperfecto.

La tarea es mucho más fácil cuando el obseso, compren-diendo la situación en que se halla, aporta su concurso poniendo voluntad y orando. No sucede lo mismo si, seducida por el Espíritu embustero, la víctima está ilusionada con las supuestas cualida-

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des de quien la domina y se complace en el error en que este últi-mo la sume, dado que en tal circunstancia, muy al contrario de colaborar con los que le asisten, rechaza su ayuda. Tal el caso de la fascinación, siempre infinitamente más rebelde que la más vio-lenta de las subyugaciones. Digamos, por último, que en todos los casos de obsesión la oración es el más poderoso auxiliar de la acción contra el Espíritu obsesor.”

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