quarta-feira, 12 de maio de 2010
Cuando la claridad emerge.
“Por casualidad” acabo de descubrir a este profesor de física cuántica y matemáticas, Carlos González que desborda claridad a la hora de explicar lo evanescente, lo insustancial, lo incierto, lo sublime: la física cuántica o parafraseando a Niels Bohr, uno de los padres de la cuántica, al escándalo que representa la comprensión de la teoría cuando uno la escucha por primera vez. Pero Carlos González lo hace simple y ahí radica la verdadera comprensión y la genuina belleza. Einstein solía decir si no se lo puedes explicar a tu abuela, es que no lo has entendido. Pero Carlos si puede. Adelanto un comentario suyo: estamos viviendo no solo con otros seres en el universo sino con muchos nosotros mismos en otras dimensiones…de tal forma que si nos consideráramos un iceberg estaríamos viendo solo la parte de arriba pero todo lo de abajo esta vivo en otras dimensiones. Y para que el lector comprenda mejor, con él os dejo: en la primera parte de la entrada ofrece un extracto sobre el nuevo paradigma científico y al final un video con una entrevista exquisita realizada por Pedro Ribá.
“La Física dio a luz al Método Científico con Galileo, desplegando el paradigma materialista, que terminó derivando en el Mecanicismo. Su investigación sobre el comportamiento de la materia la llevó finalmente a preguntarse sobre la naturaleza de la misma. Cuando se encuentra con el átomo y con lo que éste encierra, inaugurando la Física Cuántica, derriba sus propios límites materialistas y entra en un territorio inexplorado. El mundo subatómico parece tener sus propias leyes al margen de la Física Clásica. Los científicos que entran en este nuevo territorio llegan a sufrir crisis personales porque, de repente, su mundo se revela muy distinto al que han aprendido de sus profesores.
La sencilla idea de que el observador estaba al margen de lo observado y de que podía experimentar con ello de una forma aséptica, sin involucrarse en las medidas, se desploma. Todo parece apuntar a que el experimentador participa en la creación de lo que pretende sólo observar. El contemplar al universo como una maquinaria de precisión a la que podemos llegar a comprender y, por tanto, a vaticinar su comportamiento, tiene sus días contados para los físicos teóricos; pero sorprendentemente no ocurre lo mismo en otras ciencias, como las relacionadas con la vida, que continúan mayoritariamente ancladas en el Mecanicismo. Así, mientras en Física es normal oír hablar de la no localidad de las partículas, de la posible existencia de múltiples dimensiones, de la no existencia real de la materia, de los universos paralelos, del tiempo no lineal… en las otras disciplinas se continúa anclado en el Mecanicismo y el Materialismo, creándose un desfase que revela la falta de científicos holísticos, capaces de integrar el conocimiento.
La relación íntima entre el experimentador y lo estudiado, que desvela la Cuántica, es uno de los principios sobre el que se sustenta el Nuevo Paradigma Científico. Su profundización nos lleva a una idea básica: Somos cocreadores con el universo. El siguiente peldaño es descubrir cómo se lleva a cabo la comunicación para poder cocrear. La respuesta constituye una auténtica revolución no sólo en el plano científico, sino en la propia naturaleza del ser humano. Nos comunicamos a través de lo que constituye nuestra última realidad: LA CONCIENCIA. Ésta se encuentra detrás de la aparente materia, de las emociones, de la mente. En algunas tradiciones espirituales se ha invitado a descubrirla tras nuestros pensamientos, con técnicas como la meditación. El Nuevo Paradigma podría denominarse, pues, el de la Ciencia de la Conciencia.
Todos los fenómenos que el Mecanicismo tachaba de no científicos, por encontrarse fuera de su ámbito, pueden ahora ser investigados sin ningún tipo de prejuicios. Hemos ampliado las fronteras de nuestro conocimiento de tal manera que toda persona puede convertirse en científico, ya que el laboratorio es su propia conciencia. Para poder llevarlo a cabo es necesario empezar por el autoconocimiento, que de forma natural nos irá llevando a sentirnos creadores de nuestra propia vida, podemos llamar a este proceso empoderamiento.
Las escuelas, en general, enseñan ignorando todo esto y propiciando un proceso inverso: el desempoderamiento, que inevitablemente lleva al victimismo. Éste es el motor de la mayoría de los conflictos que hoy en día vive la humanidad.
La mente está estructurada en creencias, entendiendo por éstas las zonas que delimitan lo que podemos crear. Sin ellas nuestras creaciones serían caóticas, sin nexos que las unieran; sería imposible crear culturas, países, idiomas, relaciones de todo tipo… La parte negativa surge cuando son contempladas desde la dualidad, entonces se convierten en separación y en focos de conflictos, en definitiva en destrucción que es el otro polo de la dualidad. El reto consiste en habitar creencias, espacios creadores, trascendiendo la dualidad. Desde esta perspectiva, sin crítica al otro por habitar espacios creativos diferentes, la vida cobra una nueva dimensión. Las personas saben de su existencia como conciencia, más allá de los pensamientos y de las creencias; dando cabida a una relación más profunda. Un símil puede explicar esto muy fácilmente: Las islas en el mar parecen estar separadas unas de otras, sin embargo basta quitar el agua para descubrirlas como una sola tierra; la mente sería el agua, nos da la impresión de separación; pero si la trascendemos, si accedemos a la conciencia individual, descubriremos que ésta se halla unida con el resto de la conciencia, con todo el universo. Esto nos lleva a un punto fundamental en la enseñanza basada en el Nuevo Paradigma: estamos unidos al universo por nuestra conciencia, por lo tanto en nosotros reside todo el conocimiento. Entonces….¿por qué tenemos que aprender? , ¿qué sentido tiene la enseñanza?.
La respuesta no está en el porqué, sino en quién tiene que aprender en nosotros. La ignorancia no es una cualidad de la conciencia, que es por definición la depositaria del conocimiento, sino de la mente. Es ésta la que necesita comprender para poder llevar a cabo sus creaciones en las direcciones que le marcan sus creencias.
Al confundir las creencias con la verdad, la educación han encerrado a las personas en su propia mente. La clave está en saber jugar con las creencias, sabedores de que pueden ser unas herramientas creadoras maravillosas. Tener creencias distintas es sólo emplear herramientas diferentes, todos somos artistas de la creación.
Esta visión cambiará totalmente el enfoque de la historia de la humanidad que hoy en día se enseña en nuestros colegios. Lo mismo pasará con todas las materias, que se revelarán, en el fondo, como ramas de un mismo árbol.
En mi libro “Veintitrés maestros, de corazón-un salto cuántico en la enseñanza-“ el maestro aplica esta nueva realidad en clase. Los adolescentes van aprendiendo a salir y entrar voluntariamente de sus creencias, una vez las han hecho visibles. Comienzan a descubrirse fuera de su mente, a explorar el campo de la conciencia. Como consecuencia ocurren cosa mágicas, es decir, hechos que no se explican desde las creencias que solían habitar. Poco a poco, va descubriendo cada uno un centro en su ser, su corazón. Desde él se sienten seguros, son capaces de habitar su mente sin quedar esclavizados por ella. Inician su camino hacia el empoderamiento. Entran en contacto con su interior y terminan convirtiéndose en fuente de conocimiento, cada uno para todos los demás, en clase hay veintitrés maestros.
La obra no pretende ser un método de enseñanza, sino un despertador a las múltiples posibilidades pedagógicas que abre el Nuevo Paradigma. Apenas empezamos a explorar el maravilloso mundo más allá de la mente y de las creencias.
Una enseñanza que tenga en cuenta la Conciencia como última realidad científica no basta. Es necesario dar el paso decisivo, más allá de cualquier paradigma: sentir que a esa conciencia la nutre un corazón que palpita amor.
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